La autocompasión mantiene abierta cualquier herida, sangrante y ardiente. Y mantener una herida abierta es permitir a la infección surgir. Considerar una situación como una guerra predispone a los implicados a enfrentarse. Presumir del poder sobre el prójimo puede ser una provocación, y llorar y enjugarse las lágrimas no sirve de nada una vez alguien amenaza con pulsar el ‘botón rojo’. Porque muchas veces, no es necesario hacer daño para provocar una rebelión, una respuesta, una agresión. En demasiadas ocasiones ha sido tan sólo necesaria la amenaza del dolor, la agresión verbal, espolear el miedo para que se produzca la chispa, que se extienda el fuego, que estalle, en definitiva, un conflicto. La libertad de los demás acaba donde empieza la de uno mismo y cuando desde el exterior se desea cortar ése refugio, el círculo de intimidad, la libertad de cada ser, se debe esperar una respuesta primaria, violenta y desesperada.
Como un estado fascista, es sencillo decidir - el Dios verdadero vela por los intereses de un gorrión, pero el Dios creado por el orgullo no distingue el águila del gorrión – los ideales, los símbolos, el valor de las cosas, atraer bajo las alas de