Autumn Castle

Autumn Castle

viernes, 1 de mayo de 2009

La canción del mes: "Morir o matar", de Nacho Vegas

Morir o matar
Te sentaste justo al borde del sofá
como si algo allí te fuera a morder.
Dijiste: "Hay cosas que tenemos que aprender,
yo a mentir y tú a decirme la verdad,
yo a ser fuerte y tú a mostrar debilidad,
tú a morir y yo a matar."
Y después se hizo el silencio y el silencio fue a parar
a una especie de pesada y repartida soledad,
y la soledad dio paso a un terror que hacia el final
nos mostró un mundo del que ninguno quisimos hablar.
Y así eran nuestras noches y así era nuestro amor,
comenzaba en el silencio, continuaba en el terror,
y otra vez de allí al silencio. Dime, ¿para qué hablar
de lo que pudo haber sido y de lo que jamás será,
tratando de adivinar qué fue eso que hicimos tan mal?,
si, en fin, se trata de morir o de matar.
Así que, si aún andas por aquí,
y alguien vuelve a prometerte amor
,con dinero, encanto y alguna canción,
por favor, prepárate para huir.
Vete lejos y limítate a observar
esta escena tan vulgar.
Conoció a unas cien mujeres y a cincuenta enamoró,
conoció a otros tantos hombres y con tantos se acostó,
y fundió todo el dinero y la gente se cansó
de escuchar noche tras noche la misma triste canción.
Y ahora ve que el universo es un lugar vacío y cruel,
cuando no hay nada mayor que su necesidad en él.
Y encendiendo un cigarillo se comienza a torturar
y habrá cerca alguien gritándole "hágase tu voluntad"
y él "la culpa sólo en parte es mía y en parte lo es de los demás".
De lo que se trata es de morir o de matar, de morir o matar.
Fue aquella gitana que nos leyó el porvenir,
dijo "uno es el asesino y el otro el que va a morir".
Y salimos de allí y me mirarte asustada y el miedo sonó en tu voz:
"antes de que tú me mates, prefiero matarme yo".
Y emprendiste así tu huida y yo corrí a mi habitación
y mezclé en una cuchara el polvo blanco y el marrón.
Y con la sangre aún resbalando te llamé desde ese hotel:
"Por favor, entiende que algo no funciona en mí muy bien".
Y al otro lado te oí llorar y yo seguí y no colgué,
y me suplicaste: "Déjame de una vez, déjame de una vez".
Y tus párpados cayendo se me antojan guillotinas,
y te observaré durmiendo y me pondré a susurrar:
"nuestras almas no conocen el reposo vida mía,
pero si hay algo que es cierto es que
te quiero un mundo entero con su belleza y su fealdad.
¿Por qué no puedes aceptar que esto no se trata más
que, amor mío, de morir o de matar, de morir o matar?"
Moriré, moriré, moriré...
moriré, moriré y es lo único que sé.
Moriré, moriré ...
moriré y cuando lo haga al fin ya nada va a impedirme descansar
y así obtendré la santa paz que en vida no gocé jamás,
pues hasta morir la única opción siempre es matar, siempre matar.

Podéis escucharla vía Youtube

Morir o matar se ha convertido en mi canción preferida del álbum El Manifiesto Desastre, de Nacho Vegas. No hay demasiado que llame la atención del álbum, Nacho sigue en su línea general, así que si el resto de su obra no te gustó, ésta no va a ser la excepción, y si Desaparezca aquí o Actos Inexplicables te encantaron, ése nuevo trabajo te encantará también.
El Manifiesto Desastre es un trabajo crudo, sin cortapisas ni pelos en la lengua, y lleno de estados emocionales extremos, que van de lo vulnerable a lo eléctrico. En ésa línea nos coloca su trabajito y nada de ésto coge por sorpresa a sus seguidores. Sí destacaría, por lo raro que resulta toparte con ella, la original introducción de Nacho Vegas en el mundo de la ranchera, y los (excelentes) coros de Christina Rosevinge en algunas canciones del álbum.

lunes, 20 de abril de 2009

En el meeting de la humanidad - Jacinto Benavente

En el "meeting" de la Humanidad
millones de hombres gritan lo mismo;
¡yo, yo, yo, yo, yo, yo!...
¡yo, yo, yo, yo, yo, yo!...
¡Cu, cu, cantaba la rana!
¡Cu, cu, debajo del agua!
¡Qué monótona es la rana humana!
¡Qué monótono es el hombre mono!
Y luego: a mí, para mí;
en mi opinión, a mi entender.
¡Mi, mi, mi, mi!
¡Y en francés hoy un "moi"!
¡Oh!, el "moi" francés, ¡ése sí que es grande!
"¡Monsieur le moi!"
La rana es mejor.
¡Cu, cu, cu, cu, cu!
Sólo los que aman saben decir ¡Tú!

lunes, 6 de abril de 2009

Cave ne cadas

Cuentan que en la historia del mundo hubo un día terrible en el que el Odio, que es el rey de los malos sentimientos, los defectos y las malas virtudes, convocó a una reunión urgente con todos los sentimientos más oscuros del mundo y los deseos más perversos del corazón humano.

Éstos llegaron a la reunión con curiosidad de saber cuál era el propósito. Cuando estuvieron todos, habló el Odio y dijo: "Os he reunido aquí a todos porque deseo con todas mis fuerzas matar a alguien." Los asistentes no se extrañaron mucho, pues era el Odio quien estaba hablando y él siempre quiere matar a alguien. Sin embargo, todos se preguntaban entre sí quién sería tan difícil de matar para que el Odio los necesitara a todos.

"Quiero que matéis al Amor", dijo.

Muchos sonrieron malévolamente pues hacía ya mucho tiempo que más de uno quería destruirlo. El primer voluntario fue el Mal Carácter, quien dijo: "Yo iré, y os aseguro que en un año el Amor habrá muerto; provocaré tal discordia y rabia que no lo soportará." Al cabo de un año se reunieron otra vez y al escuchar el informe del Mal Carácter quedaron decepcionados. "Lo siento, lo intenté todo pero cada vez que yo sembraba una discordia, el Amor la superaba y salía adelante."

Fue entonces cuando, muy diligente, se ofreció la Ambición que, haciendo alarde de su poder, dijo: "En vista de que el Mal Carácter fracasó, iré yo. Desviaré la atención del Amor hacia el deseo por la riqueza y por el poder. Eso nunca lo ignorará." Y empezó la Ambición el ataque hacia su víctima, quien efectivamente cayó herida de sus artes y la adoró en sus ídolos, que son una tentación constante, y una causa frecuente del alejamiento del amor verdadero. Muchos ídolos se levantan tan bien construidos y refinados que se presentan bajo un disfraz de progreso o prometen mayor bienestar material, más placer, más comodidad... Pero, después de luchar por salir adelante, el Amor renunció a todo deseo desbordado de poder y triunfó de nuevo.

Furioso el Odio por el fracaso de la Ambición envió a los Celos, quienes burlones y perversos inventaban toda clase de artimañas y situaciones para despistar el amor y lastimarlo con dudas y sospechas infundadas. Pero el confundido Amor lloró y pensó que no quería morir, y con valentía y fortaleza se impuso sobre ellos, y los venció. Año tras año, el Odio siguió en su lucha enviando a sus más hirientes compañeros: envió a la Frialdad, al Egoísmo, a la Indiferencia, la Pobreza, la Enfermedad y a muchos otros que fracasaron siempre, porque cuando el Amor se sentía desfallecer tomaba de nuevo fuerza y todo lo superaba.

El Odio, convencido ya de que el Amor era invencible, les dijo a los demás: "No podemos hacer nada más... El Amor ha soportado todo, llevamos muchos años insistiendo y no lo logramos derribar. Es inútil.”

De pronto, de un rincón del salón se levantó alguien poco conocido, que vestía totalmente de negro, ataviado con un sombrero gigante que caía sobre su rostro y no lo dejaba ver, su aspecto era fúnebre como el de la muerte. "Yo mataré el Amor”, dijo con seguridad. Todos se preguntaron quién era ese que, con tanto aplomo, pretendía hacer lo que ninguno había podido.

El Odio dijo: "¡Ve y hazlo!"

Tan sólo había pasado algún tiempo cuando el Odio volvió a llamar a todos los malos sentimientos para comunicarles después que, de mucho esperar, por fin el Amor había muerto. Todos estaban felices, pero sorprendidos. Entonces el sentimiento del sombrero negro habló sobre su cadáver: "Ahí os entrego el Amor totalmente muerto y destrozado", y tras esa frase hizo ademán de marcharse.

"¡Espera!", le dijo el Odio,"en tan poco tiempo lo desesperaste hasta eliminarle por completo, lo acosaste y no hizo el menor esfuerzo para vivir. ¿Quién eres?"

El sentimiento levantó por primera vez su horrible rostro y dijo con una sonrisa torcida:

"Soy la Rutina..."

viernes, 3 de abril de 2009

Cosas bien hechas

Las noches de insomnio son perfectas para darle vueltas a las cosas sin llegar a ninguna conclusión, acto que si se repite con demasiada frecuencia causará, inevitablemente, nuevas noches insomnes con naturaleza recriminatoria que ampliarán el número de preguntas que no emparejan con ninguna respuesta formulada entre la una y las cinco de la mañana, de forma exponencial.

Dicho proceso nos lleva a preguntarnos qué jurado nos condenaría si le grabáramos la palaba imbécil a un susodicho - cómodamente atrincherado tras un título oficial – con un cúter, en la frente; o si la incompatibilidad de caracteres es causante de la idiosincrasia de uno mismo, o la idiosincrasia de uno causante de la incompatibilidad de caracteres. Circunstancias especialmente decadentes pueden llevar a la reflexión y cuestionarse que, si la vida es una obra de teatro, cómo cojones se despide al guionista.

Particularmente repelente es el momento en que la fantasía justiciera se apodera de la cabeza del afectado e inventa torturas chinas para toda clase de elementos subversivos, estado que dura exactamente tanto como el tiempo que podemos estar escuchando chistes macabros antes de tener deseos de protagonizar uno.

En un momento de lucidez minimalista, el sujeto se pregunta si escucha música pop porque está deprimido, o está deprimido porque escucha música pop. Es en ese preciso instante cuando cae en la cuenta de que lleva días escuchando rock, y no pop y que la sentencia que ha formulado inmediatamente antes es en realidad una de las frases más memorables de la película Alta Fidelidad.

Uno se pregunta, en fin, porqué no habrá pedido una copa con doble de lo que sea.
Y por qué no le habrá grapado al imbécil la lengua a la cara.

jueves, 2 de abril de 2009

La canción del mes - "Todos somos capitanes", de RevólveЯ

Todos somos capitanes

Cuando no tenía claro a que puerto dirigirme,
cualquier viento que soplara nunca era a mi favor.
Cuando el mar se muestra en calma, todos somos capitanes,
pero cuando se agiganta, nadie se agarra al timón,
pero cuando se agiganta nadie se agarra al timón.

Mi fianza de tristeza la pagué
hace tanto tiempo que ya no me quedan ganas
de luchar por la razon,
brindo por la lucidez que me regalan
los años y por tanto desengaño.

En el sitio más profundo del peor de los caminos
entre ninguna parte y el olvido,
yo fui ese animal herido que se cosió descosidos
y se remendó la piel.

Ay, ay, ay...
Ay, ay, ay...

Mis reservas de confianza, las guardo en alguna parte,
lástima que no recuerde dónde las pude dejar.
Tres anillos llevo anclados alrededor de mi cuello,
que me cuelguen si es por ellos,
que por nadie lloro más.

Convertí lo que más quise en un triste molinero,
y se estamparon los huesos de este pobre pecador,
que falto de fe y ateo más merece ir al infierno
que tener piso en el cielo,
la experiencia, la tristeza, comprender apena el alma,
y por más que me escabulla
no me escapo de esta piel
que me conserva la sangre justo a su temperatura
pero no sirve de nada ante tanta estupidez

Todos somos capitanes,
todos somos capitanes,
todos somos capitanes,
todos somos capitanes...

Tres anillos llevo anclados alrededor de mi cuello
que me cuelguen si es por ellos que por nadie lloro más.

Ay, ay, ay...
Ay, ay, ay...

Todos somos capitanes,
todos somos capitanes,
todos somos capitanes,
todos somos capitanes...



Podéis escuchar esta canción vía Youtube.

Pese a que en un primer momento me pasó sin pena ni gloria, haberle dado una segunda oportunidad al último disco de RevólveЯ, 21 gramos, ha sido todo un acierto. Con unos ritmos que recuerdan poderosamente a 8.30 A.M y con un aire totalmente intimista, derrotista y amargo, pero reflexivo y sereno, un fondo con aroma a jazz que nos recuerda a sus mejores canciones en los Básicos 1 y 2. Todos somos capitanes es un ejemplo perfecto de lo que explora este álbum.

Ay, ay, ay...

miércoles, 11 de marzo de 2009

Acoso y derribo



Mañana será peor
- Lucio A. Séneca


Mark Spitz - Nacho Vegas
Anochezco y vuelvo a descansar
en una nube gris
fumando sobre plata
el terror que da vivir.
Y todo me parece bien
en esta habitación.
Por hoy me dejaré de oír:
-Ay de lo que en mí llamo yo-.
Saboreo la humedad
que se pudre en las paredes
y pido asilo en medio de la humanidad.
Pero no, no lo pido por favor
sino por piedad.
El cielo rompió en lágrimas.
Se acomodó el terror.
Sobrevino una negrura tal
como si muriera el sol.
Los hombres sabios buscan ya
algún rayo de luz.
Dicen que están ocultos
al lado de la Santa Cruz.
Saboreo la humedad
que se pudre en las paredes
y pido auxilio a toda la mediocridad.
Pero no, no os lo pido por favor,
no, nunca por favor
sino por piedad.
Quise ahogar mis penas
pero ellas nadaban en alcohol
como Mark Spitz.
Hoy la luna llena
ha decidido escupirle al sol
y yo no saco en claro más
que un trozo de canción.
Anochezco y vuelvo a descansar
sobre una nube azul y gris.
Me fumo, plata a plata,
la jodienda de vivir.







lunes, 9 de marzo de 2009

Nobunaga y el destino

Durante la era Sengoku, un gran guerrero japonés llamado Nobunaga decidió atacar al enemigo, pese a tener sólo una décima parte de los hombres de que disponia éste. El hábil estratega ya sabía que la victoria sería suya, pero sus soldados dudaban.

De camino, hicieron una parada en una ermita Shinto, y Nobunaga dijo a sus hombres: "Rezaré en ésta ermita a los dioses. Después de visitar el altar, lanzaré una moneda. Si sale cara, ganaremos. Si sale cruz, perderemos. El destino nos tiene en su mano." Nobunaga entró al altar y ofreció una silenciosa plegaria. Despues salió y lanzó una moneda al aire delante de sus hombres.
Salió cara.
Sus hombres, motivados por la señal divina, tenían tantas ganas de luchar que ganaron la batalla fácilemente.

"Nadie puede cambiar el destino.", le dijo su ayudante despues de la batalla.
"Desde luego que no.", dijo Nobunaga, mostrándole una moneda trucada, que tenía cara a ambos lados.