Las noches de insomnio son perfectas para darle vueltas a las cosas sin llegar a ninguna conclusión, acto que si se repite con demasiada frecuencia causará, inevitablemente, nuevas noches insomnes con naturaleza recriminatoria que ampliarán el número de preguntas que no emparejan con ninguna respuesta formulada entre la una y las cinco de la mañana, de forma exponencial.
Dicho proceso nos lleva a preguntarnos qué jurado nos condenaría si le grabáramos la palaba imbécil a un susodicho - cómodamente atrincherado tras un título oficial – con un cúter, en la frente; o si la incompatibilidad de caracteres es causante de la idiosincrasia de uno mismo, o la idiosincrasia de uno causante de la incompatibilidad de caracteres. Circunstancias especialmente decadentes pueden llevar a la reflexión y cuestionarse que, si la vida es una obra de teatro, cómo cojones se despide al guionista.
Particularmente repelente es el momento en que la fantasía justiciera se apodera de la cabeza del afectado e inventa torturas chinas para toda clase de elementos subversivos, estado que dura exactamente tanto como el tiempo que podemos estar escuchando chistes macabros antes de tener deseos de protagonizar uno.
En un momento de lucidez minimalista, el sujeto se pregunta si escucha música pop porque está deprimido, o está deprimido porque escucha música pop. Es en ese preciso instante cuando cae en la cuenta de que lleva días escuchando rock, y no pop y que la sentencia que ha formulado inmediatamente antes es en realidad una de las frases más memorables de la película Alta Fidelidad.
Uno se pregunta, en fin, porqué no habrá pedido una copa con doble de lo que sea.
Y por qué no le habrá grapado al imbécil la lengua a la cara.
Autumn Castle
viernes, 3 de abril de 2009
Cosas bien hechas
De la Pluma de La Maladie de la Raison en 2:56
Etiquetas: El Palacio, Frustración
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