¡No puedo creer que estés muerto! Es una idea que no me acaba de entrar en la cabeza. Hoy he estado haciendo una especie de breve recordatorio de los dos últimos años: he leído viejas cartas, he revuelto en mi antiguo blog, he leído comentarios de mucha gente, visto mensajes de texto que aún tenía guardados - ahora ya no, Dios bendiga la opción de “Borrar todos” -, y final recorrido la telaraña hasta llegar al que fue tu refugio virtual, recuperado correos electrónicos. ¡Parece imposible que estés muerto! ¡Aún me estás hablando! Paso mis ojos por los comentarios que dejaste en la Maladie de la Raison, y tengo la impresión de que se están escribiendo, letra a letra, delante de mis ojos, en éste mismo instante. Y tengo una duda, una pregunta, una cuestión, una idea. ¿Cómo será ahora la Tierra de los Sueños Rotos? ¿Qué ha cambiado en la Ciudad del Frío?
Si pudieras responderme, ¡si pudieras! ¡si me escucharas! Pero, ¿puedes hacerlo? ¿puedes escuchar? ¿puedes leerme? Mientras escribo esto creo que en cualquier momento vas a dejarme un comentario, que vas a decirme algo, pero… ¡no puedes! ¡estás muerto!
Pero yo…
Yo no puedo creerlo.
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