Esto es un resultado nacido de no aplicar el teorema de la Navaja de Ockham.
Pónganse ustedes en situación de visualizar una empresa privada, creada en un ámbito local, y basada en el intercambio comercial de productos de lujo cuidadosamente tratados con amor artesanal y con un ámbito de comercio reducido. Un tipo de negocio tan concreto necesita de una clientela muy especial, y buscar unos inversores y unos clientes selectos lleva tiempo; hubo que tener paciencia, pero el negocio, por un azar de la fortuna o una estrategia de mercado cuidadosa, despegó con olor a billetes frescos.
Tras un tiempo prudencial, la empresa decidió ampliar su oferta, y compró un solar en un polígono de nueva construcción: la empresa trasladó allí sus oficinas centrales y los puestos de producción, mejorando la imagen pública y aumentando la calidad de sus producciones como resultado de la mejora de las condiciones de los trabajadores y de una estrategia publicitaria innovadora que permitió la ampliación de la plantilla.
El primer propietario decidió que era el momento de tomarse unas largas vacaciones, ya que gracias a los beneficios conseguidos podía retirarse, así que puso a la empresa en venta por lo bajo, y tras un desplome de su cotización debido a lo arriesgado de su movimiento, fue vendida por una ridícula cantidad a un joven y emprendedor nuevo rico, quien observó la venta de la empresa de humildes orígenes como una plataforma empresarial de proyección lejana.
Este joven empresario creó una Junta Directiva presidida por él mismo como primer paso a diversificar las actividades de la empresa en ámbitos relacionados, pero de un espectro más amplio: la inversión dio sus frutos, y bajo la tutela del nuevo propietario, ahora Director General, la empresa, aunque a pequeña escala, pudo salir a bolsa con un éxito abrumador con una nueva ampliación de sus naves industriales y una nueva contratación masiva; fue su instalación como gran empresa, puntera en su línea e innovadora en sus métodos, y al poco su clientela y sus inversores fueron surgiendo de ambientes más variados. En pocos años, la empresa se convirtió en una pequeña multinacional.
Sin embargo, las condiciones de trabajo empeoraron con el tiempo; se incrementaron las cantidades mínimas de producción, hubo recortes de plantilla, no se modernizó el equipo y se gastaron grandes cantidades de tiempo y dinero en quimeras estúpidas que lastraron la economía de la empresa; se acusó de corrupción a miembros de la Junta Directiva, hubo despidos, cambios, actuación de los sindicatos. Tras una huelga de los trabajadores la empresa se vio obligada a parlamentar con los sindicatos y a hacer cambios de emergencia y una contratación que intentó ser masiva para normalizar la situación, aunque sin éxito.
Se crearon comités. Hubo enlaces sindicales y nuevos miembros de la Junta que intentaron salvar la situación. Se propusieron ideas, reformas, se habló de subir los sueldos, o de poner a la venta la empresa. Pero el Presidente se negó, alegando que los proletarios pretendían arruinar su empresa, por la que tanto había luchado. ¡Él, que la había convertido en lo que era! ¡Él, que había gastado todo su dinero en su inversión! Mantener el status quo era la solución: no más cambios, y aguantar la crisis. Antes o después las protestas cesarían. Sin embargo, pasado un tiempo, con el desplome de la empresa en bolsa y la deuda contraída, la Junta Directiva presionó para tomar medidas, y tras la presentación de un precontrato público de transferencia de poderes de dudosa legalidad, se aprobó la reforma de la empresa y se pidió a la Junta Directiva que dejara aparte rencillas y negociara con los representantes de los sindicatos y de los trabajadores para llegar a unas condiciones satisfactorias para ambos bandos a fin de salir de la crisis. Se propusieron reformas, medidas e ideas en la Sala de Juntas.
Por eso todas esas ideas nunca despegarán; no porque algunas sean poco originales, no porque sean demasiado ambiciosas, no porque cuenten con pocos partidarios, ni siquiera porque no haya nadie capaz de llevarlas a cabo, o tan sólo de ofrecerse para ello. El problema, más allá del apagamiento general, no es la falta de iniciativa, sino la de compromiso. De compromiso por parte de las altas instancias. Porque no se cumplen los plazos, porque no cuajan los intentos y sobre todo, por una absoluta falta de confianza absolutamente xenófoba.
Actualmente esa empresa se encuentra en suspensión de pagos de forma indefinida. La Junta Directiva pone cabezas de turco para calmar a los sindicatos, porque no se encuentran culpables. Ha habido huelgas, y formación de piquetes entre los trabajadores. Se han hablado de sabotajes en las herramientas y hay rumores de que hacer unos meses se boicotearon los puntos de distribución a causa del descontento, aunque nunca se pudo descubrir al culpable, caso de haberlo.
Puede que lo más fácil hubiera sido poner la empresa en subasta pública cuando su valor aún era alto, o aceptar un contrato de venta donde se respetarían los puestos de trabajo y los estatutos de la misma con la intención de volver a los orígenes para empezar de nuevo. No lo sé, no soy empresario, sólo sé que no se hizo así. No se hizo lo más fácil. Ni se está haciendo. Ni se hará.
Tiene toda la pinta de declarar una bancarrota al primer golpe de viento. Lo siento por todos los que se irán a la calle con la sensación de haber perdido el tiempo.
Autumn Castle
martes, 18 de diciembre de 2007
Todo lo que sube...
De la Pluma de La Maladie de la Raison en 19:41
Etiquetas: Con ánimo de ofender, Esto es España, Estupidez humana, Social
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