Autumn Castle

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martes, 11 de diciembre de 2007

Pongamos que hablo de Madrid

Pues sí: por fin, después de tanto tiempo, he conseguido hacer una breve escapada a Madrit-Madriz. Me ha quedado un buen puñado de gente por ver, así que tendré que regresar en un futuro no muy lejano para ver a Jean Grey, o a los rajados de Marea y Markus (¡buuuu!), y claro, a la familia desaparecida en combate y hacer más caso a mi anfitrión, Roi y a algunos de sus amigos, como Uzo the Crack, que se portó haciéndonos de chofer a horas intempestivas. Puedo decir con orgullo que a pesar de las apuestas, Madrid no me ha devorado. No me han matado los malvados mutantes de las alcantarillas ni me ha secuestrado la mafia indochina para hacer jabones con mi grasa corporal, ni tampoco a Noe, así que ambos hemos regresado satisfechos y con regalos en las maletas.

Llegamos el Viernes en el bus Express, que lava más blanco, y fue Alberto (aka. Rapi) nuestro primer anfitrión, con su novia Alicia, que es un dulce de chica, con smooshies de sabores adictivos en Donutlandia y cena flash entre un altísimo porcentaje de frikadas por minuto, chistes macabros y anécdotas de toda clase, así como una breve compilación de la historia del cutre-delito. Si usted me entiende.

Llegamos a Pozuelo, donde fuimos testigos del hecho histórico de ver cocinar a Roi (arroz negro, of course) después de visitar su casa tan llena de armas y de antigüedades (babeo incontrolable), y brindamos con ron miel por alguna razón de la que ya no me acuerdo. Hic.

El sábado nos levantamos (tarde) para bajar a Madrid (tarde) y llegar (tarde, claro) al gran momento: conocer a la Reina del Hielo y consorte en persona. Y puedo decir con orgullo que los dos son de lo mejor. Mery es igual que la imagen que me había creado de ella ¡y me apasiona!, y Raúl es sumamente encantador (advertencia: la compañía de Mery y Raúl puede crear adicción). Comimos hasta hartarnos fondue china, descubrimos las bondades del tofu picante, nos intercambiamos regalos molones (¡Dedicatorias en libros! ¡Spiderman y la Gata Negra! ¡Mechones de pelo! ¡qué bueno, qué bueno, qué bueno!) y unos cuantos abrazos y besos antes de irnos al teatro a ver Y si yo no fuera gato, donde actuaba la hermana de Noe, María, que además de guapa y estupenda como siempre, se acercó a saludarnos y a tomar un té con nosotros. Por cierto, recomiendo encarecidamente la obra (la representa en el Teatro Lara): os encantará. Tras recoger a Iker (otro crack), acabamos en la Taberna de los Conspiradores, de donde nos fugamos sin pagar por lentos, pesados, y malcarados (y nuevamente con un alto porcentaje de frikadas por minuto, con mundos de D&D de creación propia incluídos) mientras esperábamos en vano por Marea, que finalmente no vino a la minikdd (¡Buuuuuuuuuuuuu!) y así acabamos en un kebab hasta la fugaz aparición de Hellen y acompañante. Que Hellen parece estupenda (y aunque me amenace con indecibles torturas, se parece a Jorja Fox), cierto. Pero, ¡es que no nos dio ningún tiempo a disfrutarla!

El domingo, finalmente, tras levantarnos (aún más tarde), bajamos a Madrid de forma flash para comer con la hermana de Noe, y aprovechamos para probar la comida hindú, que está deliciosa (pero si sois de los que no os gustan las especias, no lo hagáis: hasta las especias tienen especias), acabamos, tras dejar a María en el trabajo, en el Fnac (que es el Mal), donde conseguimos una Historia del Japón estupenfantásmica e inconseguible y quedamos con Jose Alarico (otro crack más), que además de poseer el honor de batir con nuestra conversación el récord de la semana de frikadas por minuto conseguimos sacar de quicio a un regimiento de elegantes camareros aguantando delante de un café estoicamente como querían convencernos de que cenáramos allí para ser gustosamente sableados. Puedo prometer y prometo que resistimos estoicamente, y tras el uso de la tarjeta mágica que abre las puertas de los dungeons de Madrid, nos acompañó amablemente hasta la recogida de nuestro tren, despedida y viaje relámpago a Pozuelo para coger las maletas, despedirnos de los anfitriones y bajar a toda mecha para coger el bus nocturno y llegar con vida al frío húmedo y espeso de la Cidade das Brumas.

Gracias, gente: necesitaba esta escapada.