Autumn Castle

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viernes, 1 de agosto de 2008

Autolesión

El fenómeno no es nuevo, pero es desconocido debido a que quienes lo sufren sulen ocultarlo meticulosamente. Catherine McLoughlin, directora de Truth Hurts, afirma que, actualmente, se sabe tanto de la autolesión como de la anorexia hace veinte años. Y cada vez que se investiga más, parece que el fenómeno está más extendido de lo que se pensaba: las cifras no dejas de aumentar. Hasta el 10% de adolescentes y jóvenes se dejan llevar por este patrón de comportamiento destructivo, y hasta donde se sabe, el concepto de que es un método de llamar la atención o que sus víctimas son suicidas frustrados es profundamente erróneo en el comportamiento autoagresivo (que incluye en un alto número de casos, por ejemplo, el tratar de ocultar las heridas).

Para Linda Dunion, “la autolesión es una señal de dolor emocional y muchos de los que lo hacen lo describen como una forma de estar vivos”. Dañarse a uno mismo es una manera de vérselas con emociones muy intensas, una salida desesperada que, a algunas personas, les proporciona el alivio la mayoría suele encontrar en el llanto, o quizá al gritar. Pero tal vez estas personas han llorado (o gritado) tanto que ya no les proporciona ningún alivio. Algunas personas que se autolesionan se sienten tan enfadadas y agresivas que no pueden controlar sus emociones: tienen miedo de llegar a lastimar a alguien, así que vuelven su agresión hacia sí mismas buscando liberarse de la rabia que les invade, sin necesidad de causar daño a los demás.

No todos los autolesionadores se dedican a pasarse las noches cortándose las muñecas, aunque los cortes en los brazos suelen ser una de las prácticas más habituales. Sin embargo, un autolesionador también puede quemarse, morderse, golpearse a sí mismo o a objetos, pellizcarse, arrancarse piel, clavarse agujas y en general, cualquier práctica que a través del dolor le proporcione una salida a su ansiedad y una sensación de control, que normalmente no poseen. La gravedad de las heridas tampoco tiene relación con la profundidad de la angustia: una persona autolesionadora no está más desesperada porque se haga heridas más profundas o se inflija lesiones más graves.

Tampoco empieza con una flamante exhibición de cardenales, gritos y cicatrices. Muchas veces, empieza con un imple puñetazo a una pared o patada a una puerta, y en muchos casos nunca pasa de ahí: en otras, aparecen llaves, cristales o cuchillas y sin la ayuda adecuada, puede acabar en instintos suicidas y es un problema que afecta por igual a ambos sexos. Sin embargo, las mujeres son más propensas a padecerlo entre los 14 y los 19 años, y los hombres entre los 20 y los 24, aunque existen casos que autolesionadores que se iniciaron a los 12 o incluso a los 7 años.

Es una epidemia silenciosa cuyo origen no está claro: desde la adicción a las endorfinas, a traumas de infancia o adolescencia, psicólogos y psiquiatras de todo el mundo batallan y discuten en aras de averiguar más cosas acerca de esta patología. Sin embargo, un dato constante: para todos los afectados, dañarse, el dolor, es la única salida y nada más consigue que su vida tenga sentido.

Lo que lo convierte en un problema especialmente preocupante.