Autumn Castle

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martes, 2 de septiembre de 2008

Esos viejos fascistas

A pesar de llevar treinta y dos años en la tumba, Franco no está muerto. Como un mohoso fantasma, sigue teniendo algo que decir en esta España ajada y cainita. Que alguien me explique, sino, cómo aún tenemos en este país de mierda (léase con la entonación apropiada, ponga énfasis en lo de mierda) gente que se mata alegremente por tal o cual ideología desfasada, unos retrógrados prendehogueras con gritos de ¡Vaspaña! ¡Vaspaña! al son del Cara al Sol, y otros vándalos quemacristos con cualquier variante de ¡antifascista siempre!. No miento: he dicho que en mi país la gente se sigue matando por lo que el 29 de Diciembre de 1978 los españoles tratamos de soterrar; han pasado 30 años de democracia y parece que no hemos avanzado nada.

Oriana Fallaci dijo en una ocasión: “hay dos tipos de fascistas: los fascistas y los antifascistas”; tan controvertida frase se ha convertido en profética, pues ciertamente, si examinamos los métodos de unos y otros, no hay diferencia entre las pandillas de fascistas (o neonazis, o neofalangistas) y las de antifascistas (o antinazis): son todo la misma mierda extremista, violenta y radical, y esa violencia gratuita que tanto se ha achacado a la ultraderecha se repite, igual (o peor), en los antifas callejeros.

La realidad no puede negarse; de unos años a esta parte, España se ha visto inundada de una clase de pintorescos antifascistas que tienen una habilidad magistral para oponerse a todo aquello que no piense igual que ello y que por tanto se vuelve, instantáneamente, “facha”, un objetivo al que darle caza y enfrentar con violencia ruin y estrambótica. Y que de alguna forma ven fascistas por todas partes menos donde los hay. Que le cuenten a otro la milonga de que su única intención es defender al pueblo y limpiar España (o Galicia, o Cataluña, o Madrid, o su barrio) de malvados fachas; es un discursito que ya lanzaron otros antes y acabamos quemando gente atada a cruces o llevando a un grupo de niños a tomarse unas duchas en una cámara de gas.

Lo más irónico es que estas bandas antifascistas que se han apropiado de un término (sí, antifascista) con un pasado noble, están formadas por idiotas que en su vida han olido lo que es vivir el fascismo. Es muy fácil autoproclamarte antifascista detrás de un pasamontañas, con un bate de béisbol y apoyado por media docena de tarambanas de tu grupúsculo gritando consignas a la medianoche. Es tan irónico como esos tontos del bote que se proclaman anarquistas: es facilísimo proclamarte anarquista con quince años cuando vives con papá y mamá, que te dan paga semanal, te dan comida y cama gratis, te están pagando tu línea de internet y tu móvil de última generación, te han regalado un Ipod nuevo por tu cumpleaños y compras en tiendas de marca. Anarquista por mis cojones. Lo siento, no me puedo tomar en serio a un batiburrillo de mocosos que han convertido la figura del Ché Guevara en un artículo de merchandising.

Casi es para echar de menos a aquellos proclamados fascistas de finales de los años setenta y principios de los ochenta, engominados como los soldados de la Legión que aparecían en las fotos de la posguerra y rebelándose contra la democracia y la Constitución. Y digo que es para echarles de menos, porque en aquél tiempo al menos sabías quiénes eran los fósiles, los inadaptados, los imbéciles. Eran los que te hacían cantar el Cara al Sol para no llevarte dos ostias en la Plaza Mayor o los que iban a dejar flores haciendo el saludo falangista al Valle de los Caídos.

Hace tiempo leí en internet a un anónimo que escribió: “antifascistas somos todos los demócratas”. Estoy seguro que quien lo escribió no sale con un hacha a la calle, no boicotea manifestaciones, no pinta grafitis en las paredes de su calle ni le hace cortes de mangas a la policía. Pero probablemente sea más, mucho más antifascista que cualquiera de vosotros, antifascistas de palo que sois, en esencia, la misma mierda que la que decís combatir.

Elvira Lindo lo resumió muy bien en El País, escribiendo en su artículo Antifascistas: Si un viejo transeúnte de pasado antifascista se topa de pronto con una manifestación de estos nuevos defensores, a buen seguro que piensa, “Dios mío, ¿dónde está la policía?




Dicho todo esto:

A pesar de que he citado a la Legión, soy el primero en decir que tengo amigos - buenos amigos - en la Legión: Chivu y Arantxa, sólo por nombrar a un par de ellos. No estoy insultando al cuerpo, pero es una realidad innegable que combatió con los Nacionales en la Guerra Civil Española.

No, no soy fascista ni de la ultraderecha. Muchas veces ni siquiera soy de la derecha, viendo que en España dicha ideología política sigue siendo la misma mierda que toda la política de mierda que hacemos en este país de mierda.

No, tampoco me gusta la mierda.

No, no soy republicano. Considero que a día de hoy es totalmente imposible efectuar en España una república que funcione. Es más, dudo que algún día España sea una república que funcione. No, no me vengan con cuentos chinos, la II República fue un desastre. Me encanta el sistema político inglés. Y adoro a Cromwell.

No, Franco no fue ninguna clase de héroe nacional. Fue un dictador que llegó al poder tras una Guerra Civil, que se aprovechó de una serie de circunstancias afortunadas que le facilitaron el camino y que contó con el apoyo de una camarilla de afines ideológicos y de una gran parte del pueblo español que le apoyó fanáticamente.

No, si los republicanos hubieran ganado la Guerra Civil las fosas no habrían estado menos vacías. Ambos bandos llenaron los cementerios. Ambos bandos se llenaron de demagógicos, mentirosos, asesinos, ratas, traidores, correveidiles, soplagaitas e hijos de la gran puta. Lo único que el bando republicano tenía a su favor es que la II República fue un gobierno legítimo y no un estado impuesto tras un Golpe de Estado.

Pero estoy seguro de que aún habrá alguien que me replique violentamente, con explicación o sin ella, con amenaza o prepotencia o mierda escupida o goteándole el colmillo. Sólo me queda decir que ante eso, me reafirmaré todavía más en lo que he escrito.

Esto, contra Franco, no pasaba.