Cuando me lo dijeron, tuve que agarrar con fuerza el teléfono, porque una parte de mí me pedía que lo dejara caer. El primer sentimiento, fue pensar que todo era una broma, que había entendido mal, que todo era un malentendido o algún sueño cruel. Pero sólo tardé unos segundos en comprender que no estaba durmiendo, que había entendido dolorosamente bien y que tenía que ser real.
Por supuesto, la mente humana es algo increíble. Me quedé durante horas recordando su cara, pero no era capaz de asimilar que ahora estaba muerto. No, simplemente recordé todas aquellas charlas, las obras recomendadas uno al otro, las llamas de teléfono y el espacio virtual compartido. Hablé con él poco tiempo antes de ello, sin presentir nada, y esto, esa sensación de impotencia, es el auténtico dolor. Y ya, de pronto, el mundo se hizo un poco más gris.
Nunca creíste en Dios, ni en el Cielo. Pero yo espero, y deseo, que realmente exista, y ahora te encuentres por fin en paz, con tus demonios y contigo mismo.
Hasta siempre.
Autumn Castle
sábado, 5 de mayo de 2007
Quiso volar y saltó...
De la Pluma de La Maladie de la Raison en 14:48
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