Al final se fastidió.
Y no es que no quedaran entradas. Ni que no encontráramos alojamiento. Ni siquiera que no hubiera forma humana de conseguir un mísero billete de bus a Coruña. No, en absoluto. Tampoco Enrique Bunbury tiene la culpa. Es simplemente la consecuencia de que dos personas tienen visiones diferentes acerca de qué es normal en la gente y qué no es. Por lo visto, hacer un viaje en tren / autobús de 175 km para ir a un concierto no es en absoluto normal y es una conducta totalmente reprochable en una persona que el Domingo cumple 22 años.
Empieza a ser muy molesto esto de avanzar un paso y retroceder tres.
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