... no sé porqué cliqué encima de esas cuatro palabras, no esperaba encontrarme nada nuevo. Pero algo me dijo que lo hiciera, y así fue, y leí tus palabras, y sin saber porqué… no, mejor dicho, sabiendo exactamente por qué me encontré sintiéndome mal y dándole vueltas a la cabeza. Me imagino lo mal que te debes sentir para que decidieras escribirlo en tu blog, y yo me encuentro aquí, como si quisiera justificarme diciendo que no pregunté nada porque pensé que la habías encontrado. Ni se me pasó por la cabeza que no fuera así. ¡Eres tan callada a veces…!
Claro que lo siento: también se ganó mi simpatía. De hecho, ha sido probablemente la que más, salvo Clío - mi adorada Clío, que nunca ha roto un plato y que cuando me ve corre a restregarse contra mí y a mirarme con esos ojos infinitos que tiene, jugando a esconderse de mis manos entre mis piernas - y por eso tampoco sé muy bien qué decir. Como todo lo que desaparece alguna vez, es más honda la desesperación nacida de la duda (¿dónde? ¿Cómo? ¿Cuándo?) que el dolor de la propia ausencia.
Pero yo espero que esté bien, no tiene porqué no ser así. Y si no fuera así, espero sinceramente que lo sepas cuanto antes; a la larga, por muy brutal que sea, será mucho mejor que simplemente terminar dejando que todo se diluya en un agrio “¿qué ocurrió aquella tarde cuando…?”
Espero que esté bien, repito. Y quisiera que mañana cuando nos encontráramos, me dieras un beso y me dijeras con una sonrisa, con esa sonrisa que a veces te brilla en la cara: la he encontrado.
Autumn Castle
jueves, 12 de junio de 2008
De madrugada, al no poder dormir...
De la Pluma de La Maladie de la Raison en 2:58
Etiquetas: Meditaciones
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